BLOG LITERARIO "LA LIRA DE ORFEO"


 Blog destinado al gusto por la literatura
JOSE LUIS AVILES RIVERA

ORFEO



Orfeo es un personaje de la antigua mitología griega, famoso por su virtuosa habilidad para tocar la lira o kithara. Su música podía encantar a los animales salvajes del bosque, e incluso los arroyos se detenían y los árboles se inclinaban un poco más para escuchar su sublime canto. También fue un poeta de renombre, viajó con Jasón y los argonautas en busca del vellocino de oro, e incluso descendió al inframundo de Hades para rescatar a su difunta esposa Eurídice. Orfeo era considerado el jefe de una tradición poética conocida como orfismo en la que, según algunos estudiosos, los adeptos realizaban ciertos rituales y componían o leían poemas, textos e himnos, que incluían una visión alternativa de los orígenes de la humanidad. Orfeo aparece ampliamente referenciado en todas las formas del arte griego antiguo, desde la cerámica hasta la escultura.

Familia

Orfeo gozaba de un excelente linaje musical, ya que su madre era la musa Calíope y aprendió sus grandes habilidades de su padre, el dios Apolo, el mejor músico de todos. Se considera que el padre mortal de Orfeo era el rey Eagro (o Eagros) de Tracia, de donde los griegos creían que también procedía la lira. El hermano de Orfeo era el desafortunado Lino (Línos) de Argos, el inventor del ritmo y la melodía, que fue el maestro de kithara de Hércules, y fue asesinado por este famoso alumno después de reprenderlo en exceso. Orfeo también transmitió sus habilidades musicales, especialmente como tutor del rey Midas, el mítico rey de Frigia cuyo toque convertía todo en oro. En algunos mitos, Orfeo tuvo un hijo, Leó, que fue considerado el fundador de los leóntidas atenienses.

ORFEO CALMABA LOS MARES CON SU CANTO CAUTIVADOR Y ENCANTABA A LAS TERRIBLES SIRENAS QUE ATRAÍAN A LOS MARINEROS A LA MUERTE.

Los argonautas

Orfeo visitó Egipto, pero luego regresó a Grecia para formar parte de la expedición de Jasón para encontrar el vellocino de oro en Cólquida, en el Mar Negro. El talentoso artista no solo entretenía a los argonautas, sino que también marcaba el tiempo a los remeros del barco de Argo e incluso ponía fin a algunas peleas de borrachos entre los marineros con sus delicadas notas. También se decía que calmaba los mares con su canto cautivador y encantaba a las terribles sirenas que atraían a los marineros a la muerte. La historia es un ejemplo temprano de la fe de los antiguos griegos en los poderes mágicos de la música.




Eurídice en el Hades

Orfeo se casó con Eurídice (también conocida como Agríope); sin embargo, su felicidad duró poco, ya que Eurídice fue mordida en el tobillo por una serpiente venenosa cuando intentaba escapar de un atacante, el semidiós Aristeo. Según algunas versiones, Eurídice murió en su noche de bodas. Angustiado, Orfeo siguió a su amor hasta el Hades, el inframundo griego, y con su música encantó a Caronte, el barquero, y a Cerbero, el temible perro que custodiaba las entradas, para que le permitieran adentrarse en el reino de las sombras. Al encontrarse con Perséfone, la esposa del dios Hades, suplicó a la diosa con su canto que liberara a Eurídice y le permitiera volver a la tierra de los vivos. Hades, que gobernaba el Inframundo, apareció entonces y, conmovido por la propuesta de Orfeo de que, si Eurídice no podía ser liberada, él mismo se quedaría en el Inframundo, el dios accedió a su liberación. Sin embargo, había una condición. La sombra de Eurídice seguiría a Orfeo en el camino a la salida del Hades, pero si él volvía su mirada hacia Eurídice, ella permanecería para siempre en el mundo de los muertos. Encantado, Orfeo aceptó esta sencilla condición, pero mientras caminaba por las sombras del Hades y no oía ni una sola pisada por detrás, empezó a dudar de que Eurídice siguiera allí. Entonces, casi en el umbral del mundo de la luz y la felicidad, el dudoso Orfeo miró hacia atrás. Allí estaba la sombra de Eurídice, pero tan pronto como sus ojos se encontraron, la muchacha se desvaneció. Desesperado, Orfeo caminó hacia la luz del día y se desplomó, su dolor no le permitía comer ni beber. Finalmente, recobró la cordura y vagó por los bosques de Tracia, pero rehuyó la compañía humana y nunca volvió a cantar ni a tocar su lira.

SE DICE QUE LA CABEZA DE ORFEO, QUE AÚN SUSURRABA EL NOMBRE DE SU AMANTE, APARECIÓ EN LA ISLA DE LESBOS.

Las ménades y su muerte

Sin embargo, la miseria de Orfeo no tardó en acabar cuando un grupo de frenéticas ménades (las seguidoras de Dioniso, el dios del vino) se abalanzó sobre él. Lo apedrearon y lo despedazaron por su falta de alegría (o su rechazo hacia las mujeres y preferencia sexual por los hombres, según algunas interpretaciones). En algunas versiones del mito, Dioniso había enviado a sus seguidores a realizar esta terrible tarea porque Orfeo había predicado al pueblo de Tracia que Apolo, y no Dioniso, era el dios más importante. Es interesante señalar que, en la Edad de Bronce, los sacerdotes fugitivos de Egipto se establecieron en el norte del Egeo y trajeron consigo el culto al dios del sol Amón. Esto también explica el elemento de la historia de Orfeo que una vez visitó Egipto. Según Plutarco (c. 45-50 - c. 120-125 d.C.), se castigó a las ménades por su crimen convirtiéndolas en árboles. Otras mujeres tracias hacían que sus maridos les tatuaran el cuerpo como advertencia para que no repitieran ese crimen, una práctica cultural en la región que se extiende desde la antigüedad hasta los tiempos modernos.

Muerte de Orfeo



Todo esto no benefició a Orfeo, por supuesto, y las extremidades del desafortunado músico se llevaron al mar (o se enterraron al pie del monte Olimpo) mientras que su cabeza, que aún susurraba el nombre de su amante, se dice que fue arrastrada hasta la isla de Lesbos, donde las Musas la enterraron. En este lugar, también construyeron un santuario en el que los pájaros cantaban de tal manera que recordaban el fabuloso talento perdido de Orfeo. En otra versión de los hechos, la cabeza de Orfeo se convirtió en un oráculo de Apolo, pero el dios se cansó pronto de la competencia con sus demás oráculos en Delfos y otros lugares, y la sepultó. Según algunos relatos, la lira del gran músico fue destrozada por las ménades, mientras que en otras versiones, aparece en Lesbos, descubierta por un pescador, y entregada a Terpandro, el famoso músico y poeta de la isla del siglo VII a.C. En una de las versiones alternativas, Zeus convirtió la lira de Orfeo en una constelación como reconocimiento permanente a un gran don musical.

Orfismo

Incluso los propios griegos de la antigüedad no se ponían de acuerdo sobre si Orfeo había existido de una forma u otra y había escrito poemas que sobrevivieran. Por ejemplo, tanto el historiador Heródoto (c. 484 - 425/413 a.C.) como el filósofo Aristóteles (384-322 a.C.) niegan que Orfeo haya escrito poemas hexamétricos. Sin embargo, hubo una especie de movimiento que los eruditos modernos denominan orfismo, cuyo significado aún se debate. Algunos historiadores creen que solo el nombre de Orfeo vinculaba a varios poetas y practicantes de rituales; otros sugieren que era sólo un aspecto de los cultos mistéricos centrados en Dioniso, mientras que otros sugieren que se formaron comunidades con textos (Órfica) y ritos específicos. Este último punto de vista ha sido apoyado recientemente por hallazgos arqueológicos como el Papiro de Derveni —que menciona un grupo específico de deidades órficas—, una serie de láminas de oro del año 400 a.C. (procedentes del norte de Grecia, Creta y el sur de Italia) en las que se encuentran inscritas instrucciones sobre cómo debe comportarse el alma en el inframundo, y unas tablas de hueso del siglo V a.C. descubiertas en Olbia (Crimea).

Los textos que estos adeptos del orfismo veneraban y producían incluían poemas, ritos e himnos, que a menudo describen los orígenes de los dioses y con frecuencia contienen referencias al secretismo y al significado oculto. Los orígenes de la humanidad se cuentan de forma diferente a otras obras de la literatura griega, como la Teogonía de Hesíodo (c. 700 a.C.). En la tradición órfica, los Titanes (persuadidos por Hera) cocinan y se comen a Dioniso, el hijo de Zeus, y por ello son castigados por Zeus con sus rayos. Mientras que Dioniso renació de la única parte original que quedaba del dios —su corazón—, la humanidad surgió del polvo de los titanes. Sin embargo, ahora los humanos deben expiar tanto el crimen de sus progenitores como esa mancha «titánica» en su carácter que han heredado de ellos. La expiación debe hacerse en esta vida —mediante rituales de purificación— para estar preparados para la siguiente. La idea de una faceta negativa inherente a la naturaleza humana y la necesidad de expiarla de algún modo influyó en las religiones posteriores, especialmente en el cristianismo. Una minoría de estudiosos sugiere que esta interpretación de los orígenes de la humanidad y sus consecuencias, que difiere de la teogonía griega más conocida y aceptada, es meramente moderna, pero hay referencias a ella en varios escritores antiguos, desde Platón (c. 428 - c. 347 a.C.) hasta Plutarco.

En el arte y la cultura

Aparte de la música, Orfeo fue considerado el primer poeta griego que pasó el manto artístico al mítico cantante y poeta Museo, quien, a su vez, lo transmitió a los más conocidos Hesíodo y Homero. Tanto el filósofo Platón (Protágoras y Apología) como el escritor de comedias griegas Aristófanes (c. 460 - c. 380 a.C.) mencionan a Orfeo como tal, aunque de forma bastante negativa, por ejemplo, en las Ranas. A Orfeo también se le atribuyen los poderes de la profecía, y algunas tradiciones le atribuyen la concesión a la raza humana de los dones de la agricultura, la medicina y la escritura.

En el arte griego antiguo, Orfeo suele ser representado con su lira o kithara en la mano y, a partir del siglo IV a.C., se lo ve a veces con un traje tracio. En la cerámica de figuras rojas, son populares las escenas del mito de Eurídice, así como las escenas de la muerte del músico, atacado por mujeres feroces (aunque, curiosamente, ninguna tiene los atributos de las ménades).

World History Encyclopedia.


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